martes, 24 de febrero de 2009

La relación salud – enfermedad: De los modelos sanitarios a la formación profesional


La concepción de los concepto de salud y enfermedad, ha determinado la manera en que los profesionales del área conocen, comprenden y apropian la realidad del ámbito sanitario, en ese sentido, intentaré establecer una correlación entre los elementos que han servido como paradigma de la salud a través de la historia y las características de formación profesional para atender a las necesidades de los mismos.

En la Grecia de los presocráticos, durante el siglo VI antes de Cristo, se configura una teoría naturalista del cuerpo humano y la enfermedad, entendida como “una alteración morbosa del buen orden de la naturaleza” y se establece con claridad una primera clasificación del modo y las características del enfermar. Esta teoría constituye la base de la medicina hipocrática, la cual establece la composición del cuerpo humano como resultado de la mezcla de cuatro elementos: sangre, pituita, bilis amarilla y bilis negra, definiendo la enfermedad como un desequilibrio entre los humores.

Para Galeno, los árabes y los medievales, la esencia de la enfermedad consistió en una presunción semejante a la hipocrática, la cual era concebida como desequilibrio: alteración que aparta al organismo individual de la ordenación regular propia de su naturaleza. Por aquella época, el médico árabe Abul Kasis hacía referencia al escaso prestigio de la cirugía como consecuencia del temor de los médicos a practicar intervenciones cruentas y arriesgadas.

A partir del Renacimiento se estructuró un nuevo paradigma gnoseológico que intentó separar la enfermedad del concepto de sustancia, dando origen a dos elementos de gran importancia en la evolución de la concepción médica: el empirismo clínico, que se apoyaba en la observación clínica y prescindía de la esencia de la enfermedad, y el establecimiento de una nueva clasificación de las enfermedades, que potenció la importancia del comportamiento individual y el ambiente, dando lugar a un nuevo concepto de higiene.

En los siguientes siglos, este nuevo paradigma recogió un sinnúmero de elementos resultantes del avance científico y el desarrollo tecnológico y atravesó por, al menos, tres momentos que intentaron complementar el modelo planteado: la versión anatomoclínica, la fisiopatológica y la etiopatológica, las cuales se enfrentaron en diversos escenarios hasta los inicios del siglo XX, época en que se integraron en una versión ecléctica de la enfermedad, que permitía la coexistencia de lesiones, alteraciones funcionales y etiologías internas y externas.

Como es obvio, la formación académica en las ciencias de la salud, ha ido evolucionando en forma simultánea con dichas concepciones: desde las antiguas preceptorías, pasando por el empirismo, la formación hospitalaria, el enfoque clínico patológico y el epidemiológico, hasta el intento de integración en un modelo holístico de formación.

En la actualidad, y pese a que aún existen muchos defensores del modelo salud – enfermedad centrado en los enfoques biológico, higienista y aún ecológico, es claro que existen diversos factores de orden demográfico, económico, epidemiológico, ambiental, antropológico, sociológico, cultural e histórico que están implicados en el proceso de enfermar.

En resumen, la estructura académica de los programas de formación de los profesionales de la salud debe fortalecer el componente ético, social y humanístico para responder en forma óptima a las necesidades del actual sistema sanitario y al enfoque biopsicosocial en torno al cual gira la concepción holística de la salud desde hace más de cuatro décadas.

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